Ferrerias

FERRERIAS

LA RESTAURACION DE LA FERRERIA DE CADES EN CANTABRIA
Extracto publicado en Litoral Atlántico

La Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander fue una excelente oportunidad1 para conocer y debatir los criterios seguidos en numerosas restauraciones del patrimonio industrial. Tuvimos ocasión, además, de exponer el proyecto de restauración de la ferrería de Cades y visitar la obra aún sin finalizar

Esta restauración está teniendo una particularidad que comienza a tener un valor singular y es que, debido a más de diez años de obras, con sobresaltos y paralizaciones, es hoy testimonio de numerosas intercambios con diferentes profesionales que nos visitaron y ayudaron: arqueólogos, geógrafos, etnógrafos, con quienes iniciamos una colaboración que seguimos manteniendo. Mientras, otras restauraciones han ido desarrollándose en diferentes comunidades, bajo diferentes formulas de gestión, como las de Agorregui y el Pobal, en el País Vasco o Taramundi en Asturias, entre otras.

Fueron muchos los edificios , a veces en ruinas, que dibujamos, medimos y fotografiamos en aquellos inicios. Eran tipologías de edifícios que luego han resultado derivar de un modelo difundido en la cornisa cantábrica por la trashumancia de los ferrones vascos. Un ejemplo de restauración, quizás el primero en nuestro país, fue la ferrería de Mirandaola de Legazpia, realizado con la copia de la maquinaria de otra ferrería, la de Pobal; los dibujantes que envió allí su patrocinador, Patricio Etxeberría, oyeron hablar de otra ferrería, aún más antigua, situada hacia occidente y que resultó ser la de Guriezo en Cantabria, también restaurada por su propietario y desde ésta, las noticias fueron llevando hacía los mazos más occidentales de Asturias y León. Curioso recorrido éste que tratando de localizar los vestigios más antiguos, para realizar las copias, el sentido es el contrario al que siguieron en realidad las instalaciones originarias de estos artificios hidráulicos desde los Pirineos hacia tierras occidentales. Algo tiene que ver en esto la aparición de inmensas ruinas en medio de una exuberante naturaleza, en las regiones occidentales, que exacerbaba la imaginación romántica de sus descubridores. Sin embargo muchas de las obras originales, en la regiones más industrializadas, desaparecían sepultadas por la modernización de la propia maquinaria, hasta hacer irreconocible su origen. Allí, paradójicamente, están los vestigios más importantes de la primitiva industria del hierro. Pero hoy, con una inexorable ruina del tejido industrial, este patrimonio, que fue testimonio de épocas bien recientes, es devorado por los nuevos sistemas de producción.

Y en este continuo devenir de la industria siderúrgica es necesario señalar que Cantabria era, no solo un tejido pre-industrial continuo entre el País Vasco y el occidente Asturiano, sino que además fue, con muchos años de adelanto, la pionera en la instalación siderúrgica con la construcción de los hornos altos de Lierganes y la Cavada, los primeros levantados en nuestro país. Vendría luego un desplazamiento siderúrgico hacia el País Vasco pasando antes por el cántabro valle de Guriezo.

Esta aventura de desplazamientos geográficos fue acompañada por el no menos apasionante recorrido a través de la historia de las máquinas. Si atendemos a la evolución de la tecnología podemos observar ciclos, que se repiten de forma constante, donde surge reiteradamente el deseo de recoger los conocimientos del saber del hombre en un solo tratado de carácter enciclopedista. En nuestro interés por los tratados de los siglo XV y XVI, en autores como Agrícola, en metalurgia, Ramelli y Il Táccola, en maquinaria, conocimos los ingenios hidráulicos que ilustraban los antecedentes de las máquinas de nuestras ferrerías. Pero el momento fundamental, al que pertenece nuestra ferrería de Cades, es el siglo XVIII. Personajes como Villareal de Bérriz, Juan Fernandez de Isla, y como no, en Francia, Diderot y D’Alambert, o Bernard Forest Belidor, forman ya un cuerpo técnico y empresarial para dar impulso al movimiento de la Ilustración. En sus tratados y enciclopedias están reflejadas las máquina antiguas, las mejoras y modernizaciones que se proponen, de forma que hoy cualquier restauración tiene en ellos una documentación imprescindible y valiosísima.

Este doble recorrido de dibujantes y estudiosos de la tecnología ha sido lento pero ha permitido incorporar a la ferrería de Cades todo aquello que iba descubriéndose y creemos recibir una enseñanza fundamental: la restauración arquitectónica no debe alterar estructuralmente el original y permitirá un posible retorno al estado primitivo y que los elementos incorporados deben distinguirse del soporte original. Esto no es algo nuevo pues lo recogen todas las convenciones internacionales y, además, es de carácter obligatorio en las diferentes legislaciones. Sentado lo anterior, el problema, y la virtud, reside en las diferentes interpretaciones que pueden darse al restaurar un edificio o una máquina y que, lejos de ser un obstáculo, deben ser estimulantes para la creatividad pues la forma de enseñar la cultura material del pasado puede ser muy diversa.

Otro aspecto que debe señalarse, ya desde otros ámbitos (sobre todo la geografía), es que estos asentamientos no pueden desvincularse de su entorno natural pues fueron razones energéticas y de estrategia geográfica, los bosques, las minas, los ríos y las comunicaciones, las causas de su instalación y también que la modificación de aquellas condiciones transformaron o paralizaron la actividad. Es difícil entender nuestro patrimonio industrial sin su entorno natural.

La puesta en valor de estas instalaciones es hoy objetivo de diversas políticas de ordenación territorial. Existe una creciente demanda de este tipo de recursos culturales en especial para el turismo. Aunque menos visible y de más largo alcance es también la necesidad de implementar en el territorio las referencias históricas propias de sus habitantes con utilidad para la enseñanza y la cultura. Pero no siempre los condicionantes coinciden con la disciplina que debe regir el uso del propio bien cultural: la oferta de atracción turística que obliga a mostrar originalidad al visitante se convierte con frecuencia en un folklore localista que nos aleja de un concepto más amplio de la cultura. Un conocimiento más profundo de la tecnología parece demostrar que las máquinas, los artificios, son producto de mestizajes culturales entre diferentes pueblos y regiones y es en su adaptación al lugar donde reside la originalidad local.

El “ecomuseo” es un concepto inicialmente utilizado en la región de las Landas, en Marquèze, donde se intenta rescatar un territorio en una época determinada, fosilizando el paisaje y hasta la economía, actividades y costumbres de sus habitantes. Hoy parece que esa forma de entender un parque etnográfico está dando paso a otro tipo de idea del territorio. Se utiliza elementos históricos o patrimoniales como hitos, denominados “polos” que actúan de impulsores de la actividad y de una marca territorial en la que se involucran los agentes sociales y económicos de la zona. Casos para estar atentos, por su interés, son los de el Norte de la Aquitania y la evolución del ecomuseo de Seixal en Lisboa

Es en este sentido en el que debería de entenderse el papel de la ferrería de Cades como elemento dinamizador del valle de Herrerías que tiene su identificación histórica precisamente en su propio nombre.

Sin embargo la actividad de la ferrería de Cades está hoy día limitada a una simulación del método de obtención del hierro en épocas pasadas. La teatralidad de aquella imponente maquinaria en movimiento parece haber obtenido éxitos que han relegado el proyecto original y convertido en fin lo que no era más que un medio. La ferrería de Cades debería recuperar su proyecto arquitectónico y de gestión aún incipiente y un programa cultural para ser centro de experimentación técnica, lugar de encuentro científico, de intercambio cultural, de investigación de la tecnología de la metalurgia, como lo vienen siendo otros con menos andadura que Cades. Y, como no, algo que es fundamental : la implicación en un proyecto semejante de los habitantes del valle cuyas actividad debe de reconocerse por una marca de calidad que esta instalación ayudará a crear y mantener.

EXTRACTO DEL PROYECTO DE RESTAURACIÓN.

El edificio de la Ferrería objeto de este proyecto de restauración está situado en el valle de Herrerías, junto al río Nansa, en el borde occidental de Cantabria.

El edificio forma parte de un conjunto rural del siglo XVIII de singular complejidad pues consta, además de la propia ferrería, de casa principal blasonada, edificaciones auxiliares y entre ellas una singular panera y dos molinos harineros.

El complejo de la ferrería se abastece de aguas del río Nansa a través de un azud y canal de derivación situado a más de 500 metros río arriba.

El canal suministra el agua a una antepara ó cambarado (embalse) de 8,65 metros de frente máximo que comunica con los sistemas hidráulicos de la maquinaria de la ferrería y de un molino harinero.

El agua accede a la maquinaria del molino por dos cañones de sillería que aceleran las aguas hacia dos rodetes que mueven sendos árboles del conjunto molinar.

El agua accede a la maquinaria de la ferrería por dos chimbos, o reguladores de caudal, que, por un canal de aceleración, la proyectan sobre sendas ruedas hidráulicas: una para el sistema de barquines y otra para el mazo.

Las aguas, cumplida su misión, y por complejos canales internos vienen a derivar a un lugar común, encuentro de todo el conjunto hidráulico.

La distribución de los espacios y usos, parece responder al prototipo de otros lugares tanto de Cantabria como del País Vasco: Adosado a la antepara o represa se encuentra una nave subdividida en otras dos por un muro central, donde se sitúa el horno, una de las cuales alberga los barquines y la otra el mazo. Las maquinarias se sitúan longitudinalmente sobre un eje perpendicular a dicho muro divisorio. Adosadas al muro opuesto de la antepara, se sitúan cuatro salas de 12,60 metros de profundidad y que pudieran corresponder a las carboneras y otros usos complementarios.

El edificio es de unas dimensiones importantes 21x24 metros, que unido a una obra hidráulica de excelente calidad y en buen estado de conservación estructural, además de pertenecer a un importante y singular complejo rural, hacen presumir que nos encontramos ante una de las mejores obras de este tipo en un ámbito muy superior al regional.

En el momento de redactar este proyecto están en ejecución ambos estudios históricos, uno desde una perspectiva general y otro más singular, que posiblemente hagan variar algunas de las determinaciones aquí contempladas, sin modificar la estructura general del trabajo.

Hay que señalar en este sentido que, hasta el momento, y sobre la maquinaria, solo disponemos de los vestigios encontrados en la excavación realizada antes de comenzar este trabajo, la maquinaria aquí adelantada se ha extraído, por un lado, de las aportaciones realizadas desde la factoría de Patricio Echevarria, en Legazpia, sobre la ferrería de Mirandaola y por otro, el redimensionamiento según los textos del siglo XVIII, sobre todo por los de Villarreal de Bérriz. Tampoco son ajenos otros ejemplos de restos aún por investigar en el río Urola, en Somorrostro, sobre la ferrería de Poval, y la de Yseca en el valle de Guriezo

Objetivos de la restauración

La restauración tiene dos objetivos básicos: Por un lado restituir y reparar los elementos perdidos o deteriorados. Por otro lado enseñar de la forma más completa posible, el proceso de fabricación del hierro así como las circunstancias y relaciones con el mundo rural y cultural del momento. Todo ello constituirá lo que denominaremos el museo del hierro.

Una consideración básica para el proyecto que ahora se desarrolla es la cuestión de si para las funciones didácticas complementarias del museo debiese emplearse o no parte del actual edificio o si, por el contrario, estas actividades debiesen acogerse en edificio independiente.

En el seno de la Asociación de Amigos de la Ferrería se llegó a la conclusión de que la misma ferrería por su volumen, economía y por razones conceptuales de la propia restauración, podía ser el marco adecuado para la instalación de actividades que podían estar muy relacionadas con tecnologías contemporáneas.

Esta ambivalencia entre usos y elementos a restaurar vinculados a viejas tecnologías con las contemporáneas que deben servir de soporte a los usos actuales, ha sido el constante impulso de cuanto se resuelve en este proyecto. Hay, pues, un doble objetivo: el de restauración por un lado y el de rehabilitación de parte del edificio por otro. Y un problema derivado: integrar con armonía ambos conceptos en una sola intervención.

La reconstrucción de la maquinaria

De la maquinaria solamente nos quedan algunos vestigios por lo que la tarea a realizar será una recreación de aquellas piezas industriales que estuvieron instaladas en la Ferrería.

Villareal de Bérriz , conocido autor del siglo XVIII, nos dirá cómo la madera del huso debe talarse en luna menguante de Enero o Febrero, cuándo descortezarla y cuánto tiempo estará sumergida en agua; cómo y con qué secretos de la geometría se dará la forma debida al mango. No con menor precisión nos acercará al espíritu científico de su tiempo, al tratar, con su discurso, de modernizar las antiquísimas ferrerías incorporándolas a una mayor productividad cuyo modelo, serán las fabricas centroeuropeas.

De poco tiempo después contamos con meritorios documentos, informes, para, en la misma línea, adaptar aquella vetusta industria a los avances de los tiempos de la ilustración. Se trata de los informes que al respeto realiza la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País: allí podremos también conocer las condiciones de ejecución de los barquines o de los hornos para una mejora de su rendimiento.

Así pues podemos conocer las máquinas, las herramientas para construirlas, de forma que, hoy, repetirlo puede significar un juego, una aventura científica, que, sin embargo, posiblemente gozará de mayor rigor que las restauraciones que hasta el momento hemos podido conocer sobre este tipo de edificios.

Pero ello ha de hacerse con la advertencia de que estamos actuando sobre un testimonio real de aquella época, el edificio, y que por lo tanto, como documento histórico que es, debe recelarse de cualquier intervención que lo confunda con lo recreado e incluso lo hipotético.

Huiremos por tanto de esa imitación de máquina que resulta de resolver un modelo anterior con una tecnología moderna y que, posteriormente, será forrada con el ropaje de época.

Aquí el camino es en sentido inverso: utilizamos tecnología “próxima” a su momento pero el producto resultante será nuevo y como tal se mostrará y se experimentará. La nueva máquina se situará en la huella de la originaria pero, y ésta es la intención, sin borrarla o deformarla. En este sentido el proyecto debe utilizar las estructuras portantes ligeras y diferenciadas de sus antecesoras.





La rehabilitación de la ferrería como museo



La intervención ahora cambia de sentido. El edificio conserva sus estructuras originales fundamentales y debe albergar no solo el escenario de las máquinas sino las nuevas

instalaciones que completen didácticamente la comprensión de su mundo.

La respuesta es similar pero más decidida en cuanto a la utilización de tecnologías actuales o permanentes pero, siempre, diferenciadas de las originarias.

El edificio debe volverse sobre si mismo y engullirse, para mostrarse desde ángulos no previstos por su uso original pero respetando las estructuras permanentes o los espacios vacíos de las ya desaparecidas.

Surgirán estructuras nuevas, ligeras y transparentes, que nos acercan a aquellos puntos de mayor interés de observación.

Los materiales elegidos van a tener una intencionalidad de permanencia. Los aceros autooxidantes, el vidrio de seguridad, la madera o el cobre serán los materiales elegidos en esta ocasión.

Y la forma de tratarlos tampoco debe ser ajena a la intencionalidad manifestada. Nunca completaremos un paño o una estructura con un material mimético, pero tampoco utilizaremos aquellos materiales, colores o texturas que puedan desequilibrar estéticamente los actuales.

El suelo existente se trata de modificar lo menos posible. Los nuevos usos se sitúan en una entreplanta de las carboneras, liberando así el suelo original de cualquier intervención. Para acentuar más este criterio, los pasos habituales son protegidos por una malla plana que sirva de piso trasparente y salve hasta los obstáculos más simples como testimonios que no deben modificarse.

La entreplanta, utilizando parte del gran volumen de las antiguas carboneras, contiene los usos relacionados con un museo vivo en el que existirán salas de reuniones conferencias o exposiciones. Los suelos de esta nueva planta son opacos hasta alcanzar las proximidades de los muros donde se vuelven transparentes, de vidrio, de forma que el muro no pierda la continuidad de su imponente verticalidad. De igual forma la iluminación natural se realizará cenitalmente desde lucernarios en la coronación de los muros, descendiendo la luz por el paño del muro a través de los mencionados vidrios. Queda así destacada también la textura del muro original.

Desde el punto de vista espacial se intenta dejar clara la diferencia entre un espacio recreado, restaurado, donde apenas se interviene, coincidente, en el interior de, la ferrería, con el nivel más bajo, junto a otro espacio, el museo del hierro, elevado a una entreplanta, donde la intervención es mas decidida.

Ambos espacios estarán interrelacionados por una serie de itinerarios que en algunos casos se convertirán en puentes y pasarelas.

El nivel inferior es el de la maquinaria, las carboneras, y lo es también, el nivel de intercambio energético: la energía potencial del agua en la cinética de las ruedas hidráulicas y de los barquines o el mazo ó martinete. El carbón se transforma en energía calorífica, potenciada por los fuelles, que fundirán, en el horno, el material ferroso hasta convertirlo en hierro moldeable. Las pasarelas de acero autooxidante y vidrio donde se requiera, nos acercarán a los lugares de observación mas apropiados y desde los diferentes niveles que de otra forma serian difícilmente accesibles.

El nivel de entreplanta, el destinado a las actividades didácticas, es aproximadamente el mismo que el de la entrada en la casa, y el de la antepara o nivel superior de las aguas. Es el lugar de intercambio de información, de explicación ampliada de lo que sucedía en la ferrería y aún más allá, porque el ciclo de producción del hierro afectará al entorno rural y natural.

La tala de bosques, el carboneo, la extracción o transporte del mineral, la relación con las comunidades y actividades rurales, el cambio del paisaje del valle en suma, puede tener un lugar de expresión en esto que denominamos museo del hierro.


IMAGENES DE LA RESTAURACION




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